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LA GUERRA DE LOS PÁJAROS

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Era lúcidamente previsible, esta generación de los años del silicio, ya derretido el plomo del silencio, iba a ser, es, inclaudicable con el espanto. Ellos padecieron atónitos, cercados por el pavor, "la guerra de los pájaros" y también las " lunas acribilladas" que este nuevo libro del poeta Adolfo Marino Ponti , refucila en cada página. Lo vivido y padecido en una adolescencia y juventud brutalmente sospechada, al punto de llevarla casi como una culpa que orillaba el delito, iba a estallar, está estallando, en sus poemas y narraciones estremecedoras.

Armando Tejada Gómez

 

La guerra de los pájaros y una luna acribillada

Buenos Aires

Editorial Milton, 1986

Proximamente disponible

en  formato digital

Vinieron a preguntarme por los árboles

y por los muertos

y por las muñecas

quemadas en primavera.

Un océano de lunas estalla sobre los ojos

de los espantapájaros

como una tormenta radioactiva

en el fondo lo la noche.

Y en el horizonte:

Un mar abundante y melancólico

y una mujer descalza

perdida entre la sombra

y la neblina.

(El navío es algo más

que un incendio en la memoria)

Dónde están los muertos

y los pasajeros de cristal

y la cabaña de lunas

donde Haroldo

fundaba guitarras y naufragios.

En esta ciudad

sólo escucho el vértigo de un motor

en la madrugada.

Debo juntar la sangre gota a gota

repartirla

por los muros y las calles.

No basta con morder el crepúsculo

y los penachos

amarrados a la sombra.

Tengo que juntar los huesos uno a uno

arrinconarme

con fuegos y baladas

hasta que la noche caiga sobre los peces

como una herida torrencial.

Están cerradas las ventanas

y las chimeneas.

Hay que apretar fuerte los picaportes

y abrir

todas las puertas.

Desnudar el mundo con la sangre.

acaso la noche no tiene sabor a pólvora y a ojos arrancados.

Tengo que llegar hasta los bosques helados.

El mar está creciendo en las alondras

y en los ojos de mi amada.

Yo secaré tus lágrimas

con mi lengua.

Y después

levantaremos el día hecho de fuegos y de astillas

y de maderas y de caracolas desnudas

y de madres blancas como las arenas.

 

Adolfo Marino Ponti

VESTIGIOS DE LA SANGRE

(a Haroldo Conti pasajero de los álamos en el camino del regreso)

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